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Cámara de cuentas sin independencia

Opinión.- Ignoraba y sigo ignorando hoy las razones políticas, democráticas, éticas y sociales que sustentaban los líderes de la bancada Oficialista, para escoger al actual pleno de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana,  pues ninguno de ellos pudo contestar mis preguntas, sobre la confiabilidad, la eficiencia y la efectividad, condiciones que deberíamos tomar en cuenta, al momento de formular el perfil que los postulados poseerían.

Valores los cuales garantizarían la excelencia del diseño, la instalación, la operación y el desempeño descritos, tanto por la constitución de la República, la Ley Orgánica de la Cámara de Cuentas y su propio reglamento.

Sigo esperando que el Presidente de la Comisión Bicameral para estudio del proyecto de Ley Orgánica de la Cámara de Cuentas, que se está conociendo tanto el de la Cámara de Diputados como el del Senado, le expliquen al país y al hemiciclo la novela negra a la cual estamos asistiendo, pues es indecente ver a un Presidente de una institución que, democrática, constitucional y políticamente tiene la responsabilidad de fiscalizar, censurar y controlar todos los poderes constituidos  y constituyentes del mismo.

Entiendan que las únicas auditorias constitucionalmente válidas para cualquier iniciativa estatal son las de este poder.

Dividir el pleno frente a un cuestionamiento, como ha hecho el Presidente de esta institución, primero, se apandilla con tres miembros, y anuncia con descaro un acuerdo de tres contra dos, pero luego, con la misma desfachatez, anuncia otro acuerdo con los cinco miembros, comprometiéndose a cumplir la Constitución, la Ley Orgánica y el reglamento.

Ignoraba que un funcionario podía decidir después de juramentado, cuando cumplir la ley y cuando dejar de cumplirla.

Si permitimos este colapso institucional, político, democrático y ético en la Cámara de Cuentas, estamos abriendo las puertas para comportamientos aberrantes en otras instituciones.

Pedimos mesura  y tacto al liderato del Partido Revolucionario Moderno, con estos juegos contrarios a las virtudes democráticas y éticas, que tanto pregonamos, y así evitaríamos que, la autoridad más que merecida, termine siendo una vergüenza recibirla.